Miércoles, 12 Julio 2017 20:03

¡Destruirlo todo con tal de ganar!

La construcción de nuestro país no ha sido fácil ni rápida. Hemos decidido nuestra ruta por el ambiente sostenible, el desarrollo humano y la libertad. Trabajo, ahorro, educación, libertad, autodeterminación y equidad son los valores que nos sostienen, nuestra columna vertebral.  Hemos rechazado de plano la dictadura, el despotismo, la economía colectivizada. No aceptamos el militarismo y abrazamos los procesos ciudadanos de elecciones transparentes y legales. No ha sido fácil, pero ha sido justo. No es perfecto, pero luchamos cada día por mejorar.


El ciclo de libertad, derecho, democracia representativa, propiedad privada e independencia dio formidables resultados. El país fue escogiendo de líderes a personas también más educadas y mucho más conocedoras. La calidad de líderes define a la calidad de los electores, esa calidad es determinante en sacar el país adelante.


Enfrentamos ahora la urgente necesidad de un mejor y más funcional modelo de administración pública. Requerimos más y mejores herramientas de gobernabilidad, menos discusión y decisiones más oportunas.


Costa Rica necesita acercar a los ciudadanos a la toma de decisiones en nuestro sistema. Una democracia participativa se observa en el horizonte y gracias a la revolución de las comunicaciones, hoy es cada vez más cercana y funcional. La reforma política de la elección de diputados es urgente. Mucho es sujeto de mejoramiento, pero la inmensa mayoría de lo hecho ha sido muy positivo.


No se destruye todo lo que hemos logrado como país por un triunfo electoral como el buscado por los grupos antisistema. No se destruyen libertades, justicia social, equidad, movilidad social o democracia efectiva por ganar una elección. No se destruye el país por derrotar a un adversario. Lo que tanto ha costado no se pone en riesgo.

No se destruye el país por derrotar a un adversario. Lo que tanto ha costado no se pone en riesgo. Destruir lo hecho para ganar el poder sería abiertamente inmoral.No se acusa a todos de corruptos sin pruebas porque eso destruye la institucionalidad.  No se destruye la credibilidad de la justicia, tribunales y fiscalía solo porque no hay coincidencia entre los linchamientos y los fallos judiciales. No se eligen los mandatarios en jolgorio sino en reflexión. No se eligen inútiles que detengan al país. No se eligen sinvergüenzas que corrompan a los costarricenses. Jamás se escogen populistas que despedacen a Costa Rica.

Destruir lo hecho para ganar el poder sería abiertamente inmoral. A Costa Rica hay que cuidarla, mejorarla, amarla, nunca destruirla. No se destruye el sistema, no se acaba con la historia. Debemos apreciar más lo bueno, defender más lo positivo hecho. La patria siempre es primero. Viva Costa Rica.

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