Martes, 26 Enero 2016 11:34

El Chapo Guzmán, el nuevo santo que orina

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No me gusta la apología del delito. No me gusta la gente que anda comparando lo incomparable y recurren a la vieja treta de esconder los crímenes de alguien en los crímenes de los demás. No me cae bien “El Chapo” Guzmán. No soy quien para juzgar a los demás, pero no le hago porras a un ser humano que ha mandado a matar a mil quinientas personas.

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El contrabando y el narcotráfico desangran a México y a América Central como desangraron a Colombia. En América Central, los tentáculos del contrabando y el narcotráfico crearon las condiciones para que las maras hayan convertido a algunas ciudades en las más peligrosas del mundo. San Pedro Sula es el paraíso de la violencia y el SIDA. No hagamos con El Chapo lo que hicimos con Pablo Escobar. Es muy propio de nuestra cultura. En la frontera de México y Estados Unidos, un narcotraficante repartía plata entre la gente y como lo mataron, ahora es un santo popular, el famoso Malverde. Venden cuadros de Malverde al mismo precio que los retratos de la Madre Teresa de Calcuta o del Padre Pío. Son del mismo material y del mismo tamaño. Pablo Escobar construyó gimnasios, estadios y ciudadelas o urbanizaciones. Lea daba dinero a los pobres como lo hacía Evita Perón. Pero era un criminal. Como esta joyita, este riña, este rufián que protagonizó el escape del siglo. Ahora dicen que “El Chapo” es menos corrupto que los políticos. Creen que ofenden a los políticos, pero a lo que ofenden es a la inteligencia, al sentido común. Además, para los que lo alaban, hay que decir que “El Chapo” debe cambiar su apodo de Chapo por chapa: se fue con todo por vanidoso. Como mi abuelita Doña Mayita, “la vanidad es la puerta por la que todos entramos al infierno”. Por querer ostentar con su propia película, no puso ni los codos… México es un país rico en cultura y en historia. Defender a “El Chapo” es ofender a México y a las miles de familias que han perdido a hijos, hermanos, esposas, amigos, por culpa del narco. "No haga que parezca bueno lo que es malo", dice la sabiduría popular.
“El Chapo” es un asesino. Bajito, pero letal; brillante, pero cruel; un infeliz y un desgraciado, con todo y su escape, con todo y sus amistades del mundo del espectáculo, con todo y sus cirugías plásticas; con todo y su cabello teñido de rojo. Habría mucho menos muerte y menos dolor en América Latina sin narcotráfico y sin contrabando, que es su buey derecho, o su hermano gemelo. Hacer apología del contrabando es del mismo talante de esta deificación (convertir en Dios) que vive la figura de El Chapo Guzmán. Ahora resulta que El Chapo es un angelito. Que no me vengan aquí con cuentos chinos. Yo no creo en esos santos que orinan.

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