Sábado, 23 Enero 2016 14:51

El gran legado de don Romano Orlich

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A finales del año pasado falleció don Romano Orlich. Cuatro días antes de su muerte, le entregué el libro de sus memorias, mi libro recién nacido, “Memorias de un gran emprendedor de Sarapiquí”. Sólo una semana antes, el 14 de diciembre, cumplió 90 años.

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Don Romano nació y creció en San Ramón. Era primo hermano del expresidente Francisco J. Orlich, Don Chico, un hombre correctísimo, intachable, como don Romano. Hombre de una pieza. En España dirían un pedazo de hombre. Tita, mi abuelita materna, diría, “vale lo que pesa en oro”. Estudió Zootecnia en Estados Unidos. Ingresó a Sarapiquí hace más de medio siglo, caminando por la montaña, cruzando ríos por dentro o algo peor para él, cruzando por cables (le tenía miedo a la altura, por lo que cruzaba sentado sobre el cable). Era tan simpático que lo decía como realmente era: “cruzaba los ríos moviéndome en un cable sentado, chimándome las sentaderas”.
Ya era adulto mayor cuando decidió meterse en la producción bananera. Al final de su vida, también tenía un formidable proyecto de ganado estabulado (ganado que permanece en corrales bajo techo).
Cuando empezó a producir banano, hace un cuarto de siglo, los bancos estatales de Costa Rica no le prestaban dinero por su edad. Tenía operaciones bancarias en Panamá. En Panamá me lo encontré hace pocos meses, junto a un funcionario de su compañía. Andaba haciendo gestiones en bancos. Vestía una guayabera blanca. Parecía un quijote moderno. Me conmovió ver a un señor nonagenario en operaciones cotidianas de su empresa.
Era de origen croata. El apellido original es Orlic pero con una “c” que debe sonar a “ch”. Fue su papá quien empezó a escribirlo así, Orlich, para que en Costa Rica lo pronunciemos correctamente. Era un hombre riguroso, plantado y bravo. Su palabra se cumplía. Su palabra cerraba un trato, como el pelo de un bigote.
Hace muchos años, tuvo un paso muy valioso por el Ministerio de Agricultura y por el ITCO (Instituto de Tierras y Colonización, que después se llamó IDA y ahora se llama INDER). Al final de su vida, fue presidente de la junta directiva de la Corporación Bananera Nacional (CORBANA).
Hace menos de un año grabé siete entrevistas de una hora con él. Cuando le pregunté de qué se sentía más orgulloso en la vida, me dijo que de tener listo todo para donar 300 millones de colones para la construcción de un hogar de ancianos en Sarapiquí, cantón donde quiere que descansen sus restos.
Que descanse en paz don Romano. Un hombre así de bueno y de entero, de noble y de generoso, no debería morir nunca.

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