Jueves, 01 Julio 2010 05:23

Más peso al deporte y la música en escuelas y colegios es fundamental

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Más peso al deporte y la música en escuelas y colegios es fundamental
Ahora que el mundo entero detiene su ritmo por el campeonato mundial y el planeta está unido por el futbol, es bueno reflexionar acerca de la poca importancia que le damos a esta disciplina deportiva y al deporte en general en nuestro sistema educativo. Tuve la dicha de terminar la secundaria e iniciar la universidad en Estados Unidos, y tengo muy claro que el sistema educativo estadounidense es muy deficiente, pero hay dos campos en que debemos aprender mucho del país más rico del mundo: la importancia que le brindan al deporte en la escuela y el colegio, y el gran peso que le dan a las actividades que aquí llamarían extracurriculares, entre ellas, la banda musical de la institución, el grupo de teatro, el coro, el club de oratoria, el club de montañismo y el porrismo.
En nuestras escuelas y colegios, los niños y jóvenes pierden muchísimo tiempo preparándose para exámenes en que les preguntan todo con base en la memoria, no en la construcción de pensamiento, ni en la capacidad de crear o de analizar. Y es muy poco el tiempo para el deporte. Nuestros niños y jóvenes deberían tener al menos dos lecciones de 40 minutos por día de deporte y de música o alguna otra área artística. En el colegio, deberían tener clases de futbol, baloncesto, volibol, y hasta de deportes como tennis de campo, tennis de mesa, tiro y ajedrez. Si diéramos clases de futbol en las escuelas y colegios, este país tendría un mayor desarrollo en este deporte.  Y eso es fundamental si tomamos en cuenta la importancia del futbol en el mundo. Para Costa Rica no estar en el mundial es grave desde el punto de vista económico, turístico, sociológico y de psicología de masas. Costa Rica está sedienta de triunfos, de manifestaciones que fomenten el sentimiento de orgullo nacional, y nada mejor que el futbol. Acabo de ver la película Invictus, sobre Nelson Mandela, y cómo el primer presidente negro de Sudáfrica hizo un gran esfuerzo para que su país organizara el mundial de rugby en el año 95. Él dice en la película, “Sudáfrica estaba sediento de orgullo y de una gran alegría nacional”. Por eso mismo, Sudáfrica es el centro del mundo por poco más de un mes. Por supuesto que si vamos al mundial y nos va bien, todo el país se ve beneficiado por ese entusiasmo y esa euforia. Pero ni quisiera hay espacio verdadero y real en las escuelas y colegios para la educación física. Si lo hubiera, nuestro futbol tendría mejor desarrollo, y no tendríamos los problemas de obesidad que sufre la sociedad.
Y hay algo que es imperdonable en Costa Rica: ¿cómo es que no tenemos espacio en la escuela y el colegio para aprender a bailar? ¡Cuán importante es que nuestra gente aprenda esa forma de bailar que es nuestra y única en el mundo y que se conoce como swing criollo! Hace unos días tuve la dicha de asistir a un baile de latinoamericanos en Nueva York. Cuando sonó una cumbia, una amiga y yo bailamos swing criollo, y el resto de la gente se sentó. Muchos nos veían riéndose, maravillados, de aquellos pasos que nunca habían visto en la vida. Esos pasos, señores y señoras, se inventaron en los salones populares de nuestra capital, y ningún otro pueblo del mundo baila de esa manera. Pero ni lo enseñamos en escuelas y colegios, ni se lo mostramos a los turistas, como una forma auténtica de creación de arte urbano y de belleza social y popular.
Finalmente, ¿se imaginan cuánto ganarían nuestros niños y jóvenes si les dieran clases de ajedrez en escuelas y colegios? Más bien, ¡cuánto ganaría Costa Rica si sus nuevas generaciones desarrollaran su inteligencia abstracta, su capacidad de análisis y de concentración, gracias al deporte ciencia!
Y ni qué decir de la música. Lo que llevamos adelante con la Orquesta Sinfónica Juvenil, hay que llevarlo a todos los rincones de Costa Rica. Si países como Venezuela lo hicieron, ¿por qué no nosotros, que ni ejército tenemos?
Con sólo que se inyecte mucho apoyo al deporte y la música en nuestras escuelas y colegios, habremos iniciado una revolución espiritual y social que nadie podrá detener.
Ahora que el mundo entero detiene su ritmo por el campeonato mundial y el planeta está unido por el futbol, es bueno reflexionar acerca de la poca importancia que le damos a esta disciplina deportiva y al deporte en general en nuestro sistema educativo.
Tuve la dicha de terminar la secundaria e iniciar la universidad en Estados Unidos, y tengo muy claro que el sistema educativo estadounidense es muy deficiente, pero hay dos campos en que debemos aprender mucho del país más rico del mundo: la importancia que le brindan al deporte en la escuela y el colegio, y el gran peso que le dan a las actividades que aquí llamarían extracurriculares, entre ellas, la banda musical de la institución, el grupo de teatro, el coro, el club de oratoria, el club de montañismo y el porrismo.
En nuestras escuelas y colegios, los niños y jóvenes pierden muchísimo tiempo preparándose para exámenes en que les preguntan todo con base en la memoria, no en la construcción de pensamiento, ni en la capacidad de crear o de analizar. Y es muy poco el tiempo para el deporte. Nuestros niños y jóvenes deberían tener al menos dos lecciones de 40 minutos por día de deporte y de música o alguna otra área artística. En el colegio, deberían tener clases de futbol, baloncesto, volibol, y hasta de deportes como tennis de campo, tennis de mesa, tiro y ajedrez. Si diéramos clases de futbol en las escuelas y colegios, este país tendría un mayor desarrollo en este deporte.  Y eso es fundamental si tomamos en cuenta la importancia del futbol en el mundo. Para Costa Rica no estar en el mundial es grave desde el punto de vista económico, turístico, sociológico y de psicología de masas. Costa Rica está sedienta de triunfos, de manifestaciones que fomenten el sentimiento de orgullo nacional, y nada mejor que el futbol. Acabo de ver la película Invictus, sobre Nelson Mandela, y cómo el primer presidente negro de Sudáfrica hizo un gran esfuerzo para que su país organizara el mundial de rugby en el año 95. Él dice en la película, “Sudáfrica estaba sediento de orgullo y de una gran alegría nacional”. Por eso mismo, Sudáfrica es el centro del mundo por poco más de un mes. Por supuesto que si vamos al mundial y nos va bien, todo el país se ve beneficiado por ese entusiasmo y esa euforia. Pero ni quisiera hay espacio verdadero y real en las escuelas y colegios para la educación física. Si lo hubiera, nuestro futbol tendría mejor desarrollo, y no tendríamos los problemas de obesidad que sufre la sociedad.
Y hay algo que es imperdonable en Costa Rica: ¿cómo es que no tenemos espacio en la escuela y el colegio para aprender a bailar? ¡Cuán importante es que nuestra gente aprenda esa forma de bailar que es nuestra y única en el mundo y que se conoce como swing criollo! Hace unos días tuve la dicha de asistir a un baile de latinoamericanos en Nueva York. Cuando sonó una cumbia, una amiga y yo bailamos swing criollo, y el resto de la gente se sentó. Muchos nos veían riéndose, maravillados, de aquellos pasos que nunca habían visto en la vida. Esos pasos, señores y señoras, se inventaron en los salones populares de nuestra capital, y ningún otro pueblo del mundo baila de esa manera. Pero ni lo enseñamos en escuelas y colegios, ni se lo mostramos a los turistas, como una forma auténtica de creación de arte urbano y de belleza social y popular.
Finalmente, ¿se imaginan cuánto ganarían nuestros niños y jóvenes si les dieran clases de ajedrez en escuelas y colegios? Más bien, ¡cuánto ganaría Costa Rica si sus nuevas generaciones desarrollaran su inteligencia abstracta, su capacidad de análisis y de concentración, gracias al deporte ciencia!
Y ni qué decir de la música. Lo que llevamos adelante con la Orquesta Sinfónica Juvenil, hay que llevarlo a todos los rincones de Costa Rica. Si países como Venezuela lo hicieron, ¿por qué no nosotros, que ni ejército tenemos?
Con sólo que se inyecte mucho apoyo al deporte y la música en nuestras escuelas y colegios, habremos iniciado una revolución espiritual y social que nadie podrá detener.

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