Jueves, 06 Julio 2017 05:51

No se puede

Uno de los aspectos más entronizados en el imaginario popular es el costarriqueñismo "no se puede" y todo lo que esta frase significa y genera. 

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Nos sumimos en discusiones estériles cuando nos enfentamos a las posibilidades del "cambio" que muchos sectores de nuestra población exigen. 
Y es que hay todo tipo de trabas, que pueden provenir desde el ordenamiento jurídico, grupúsculos y/o individuos satisfechos y usufructuantes del statu quo, del poder e influencia de grupos interesados en obstaculizar el proponer, generar y realizar cambios que a todas luces el país necesita. 
Pero, además del clásico "no se puede" hay que agregar, y con sobrada razón, la desconfianza hacia todo lo que representa la clase política, ascentuada ésta por la decepción de que no se dislumbran cambios generacionales en los cuadros dirigenciales superiores y que, cada vez, la oferta electoral es más mediocre que la anterior. 
Pareciera que los notables, con muy raras excepciones, se extinguieron en el planeta político costarricense. Se ha entronizado en el imaginario popular la generalización de que todo lo que tenga que ver con alguna propuesta de un sector político es, de antemano, corrupto o como mínimo "supeditado a intereses excluyentes creados desde Lomas de Ayarco, pasando por Zapote y terminando en Rohrmoser". 
Hay una profunda desconfianza ciudadana que nos está hundiendo. Necesitamos, y de urgencia, recuperar la confianza en nuestro país y, sobre todo, en nosotros mismos.
Lo que si es obvio, a pesar de los tiempos confusos que vivimos y de las dicotomías que han fracturado nuestro tejido político y social, es el hecho de que tenemos que hacer "algo". Cambiar nuestro rumbo. Cambiar nuestra brújula porque, definitivamente, no nos está marcando bien el norte. 
Ahora bien, ese "algo", ese "cambio de brújula" para algunos, incluyéndome, es una Constituyente, para otros lo son reformas parciales a la actual Constitución Política y reformulación de varias leyes estratégicas como la Ley de Administración Pública; y para muchos otros la alternativa es el dejar las cosas como están y solo bastaría con exigir decoro, honestidad y transparencia en el ejercicio del poder político, porque es desde este origen donde se generan TODOS los males que sufre nuestro país. Lo importante es que las diferentes perspectivas están en la mesa y eso, definitivamente, enriquece nuestra democracia. Alguna de todas, necesariamente, deberá de convertirse en realidad.
Debemos de pensar seriamente lo que vamos a hacer. El tiempo sigue corriendo y el nadadito de perro que nos caracteriza puede ser un arma no de doble sino triple filo en nuestra contra. Y es que, al final de cuentas, el frío no está en las cobijas, sino que, por el momento, está en nosotros mismos...

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