Orlando Castro Quesada
Esta campaña electoral ha sido, quizás, una de las más atípicas, que ha tenido la democracia costarricense desde 1954. A pesar de todo, el elector ha tenido el espacio para manifestarse libremente y hacer efectivo su derecho a votar. Sin embargo, desde el puro inicio, el ánimo de una parte de los electores estaba muy frío y se mantuvo así prácticamente durante todo el tiempo que duró la campaña, hasta el pasado primer domingo de febrero.
Muchos costarricenses, desde hace mucho tiempo y con justa razón, nos hemos venido decepcionando del trabajo que han realizado los políticos cuando han sido gobierno y diputados, a punto tal, que hay quienes están tan decepcionados, que han tomado la decisión de no participar en las elecciones del próximo 2 de febrero.
Y desafortunadamente muchos caen fácilmente en ellos, por cualquier razón o excusa, un partido de fútbol, diferencias ideológicas, por apoyar a partidos políticos diferentes, por una herencia.
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Las actuales circunstancias, que se viven en Costa Rica, no solo alrededor de las próximas elecciones, sino sobre del mismo modelo democrático costarricense, lo que deberían ponernos a pensar muy seriamente a quienes amamos la paz, la libertad y la justicia.
Es la falaz frase de no pocos integrantes de la clase política, a esto habría que decirque notenemos una política de erogaciones públicas de país desarrollado.
En Costa Rica disfrutamos de una democracia electoral ejemplo y hasta envidia de otros pueblos, cada cuatro años, las y los electores acudimos a las urnas, ante el llamado que nos hace el Tribunal Supremo de Elecciones, en diferentes períodos, para escoger en absoluta libertad a quienes irán a las alcaldías, los concejos municipales, a la Asamblea Legislativa y quiénes serán el Presidente y Vicepresidentes de la República.