Miércoles, 02 Noviembre 2016 06:00

Combatir la intolerancia

Si hay una razón para los diversos males sociales que corroen a la humanidad es, sin duda, la falta valores, entre ellos uno en especial, la falta de tolerancia. Burlas, insultos, irrespeto a las ideas y comportamientos ajenos, fanatismos, rechazos, odios, asesinatos o guerras se transforman en una mezcla fatal nacida de la misma esencia de los actos intolerantes que, a todas luces, es necesario combatir.

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Recuérdese que la tolerancia sólo es posible en una sociedad, en una familia o en un ambiente profesional, si se presenta basada en el respeto al prójimo, entendiendo que este es una persona absolutamente distinta a nosotros.
Ser tolerante es lo mismo que ser respetuoso, indulgente y considerado con los demás. Es una cualidad personal que se define como el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás, aunque sean diferentes o contrarias a las nuestras. Ser tolerante es aceptar y permitir las circunstancias o diferencias de los demás, es no impedir que haga lo que este desee; es, sencillamente, admitir la diferencia o la diversidad.
Ahora bien, esta actitud no se logra de la noche a la mañana; es una actitud que requiere tiempo y esfuerzo. Nace y se fomenta cuando sabemos ver a los demás como personas valiosas en sí mismas. Al fin y al cabo, las diferencias ponen sobre el tapete la riqueza de todo hombre o mujer por el hecho de pertenecer al género humano, aunque su color de piel sea distinto o su forma de pensar y de vivir sean radicalmente opuestos a nuestras costumbres y convicciones.
Además ser tolerante supone el acceso a la educación formal o informal ya que la intolerancia suele tener sus raíces en la ignorancia y el temor; es decir, miedo a lo desconocido, al “otro”, a otras culturas, religiones, creencias o naciones.
Por ello conocer bien a las personas antes de emitir cualquier opinión; controlar manifestaciones de enojo; evitar caer en la violencia; pensar con claridad y objetividad antes de hablar o escribir, evitar las opiniones que puedan llegar a ser ofensiva; colocarse en el lugar del otro para tratar de entenderlo; negociar las diferencias sin buscar solo eliminarlas; conocer acerca de otras culturas o derribar pensamientos categóricos, se hace absolutamente necesario para llevar a cabo una enérgica actitud de cambio por integrar los componentes de la tolerancia en nuestros propios ámbitos de acción como una práctica diaria de subsistencia.
Recordemos la gran enseñanza de tolerancia de Mahatma Gandhi al señalar: “Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”.

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