Martes, 25 Octubre 2016 05:49

La Ruta al Silencio

En sus formas más sutiles y elaboradas; más allá del control de contenidos y la violencia física contra periodistas y medios de comunicación que caracterizan las acciones de censura que se practican en otras naciones, los agentes del silencio antidemocrático generalmente comienzan su labor promoviendo el desprestigio de comunicadores y medios. Los procesos que siguen para acallar la crítica y el debate son siempre similares recetas sacadas de trasnochados manifiestos.

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Primero crean crisis, necesidades y urgencias donde no las hay. Las soluciones, interesadas por supuesto, son las suyas, y en su presentación evocan siempre sublimes propósitos con los que, sin sonrojo, sustentan tesis y posiciones que aunque infundadas y contradictorias encantarán el oído de muchos, siempre receptivos al ofrecimiento gratuito, aunque se trate de meras ilusiones.

Al vacío de fundamento le acompaña siempre el dedo acusador de quienes la emprenden contra periodistas y medios de comunicación, emergiendo entonces las descalificaciones, y de un pronto a otro son presentados como abusivos “serviles de …”; “enemigos de …”; o “interesados en …”.

Si bien aquella estrategia inicial no tienen otro propósito más que el de minar la credibilidad de las personas en la información que se les proporciona, lo que por si solo no es ilegítimo, pues es consustancial al ejercicio de la misma libertad que unos ejercen y otros pretende atacar, ya que aún siendo ilegítimo el ataque, es capaz de genera el debate que enriquece la formación de la opinión pública, que no es tonta, aunque así lo crea la censura. Lamentablemente el objetivo del censurador no se agota en la acusación, porque su verdadera función no es aquella, sino su opuesto: generar duda – no debate - para abrir puertas con disfraz de legitimidad que le permitan materializar sus acciones de control.

El paso siguiente es el condicionamiento económico, y aquél lo ejercen por distintas vías: ya sea generando inseguridad jurídica; amenazando con procesos de caducidad las concesiones de radio y televisión; o estableciendo estructuras de control mediante el ofrecimiento de premios - al condescendiente -, o de castigos - al crítico – a través de la asignación o la denegación de pauta publicitaria.

Quienes ejercen censura, no solo buscan silenciar. La experiencia sufrida por otras naciones enseña que aquellos procesos de ataque a la libertad, culminan siempre con ofertas populistas, ocultas tras las buenas intenciones que las encubren. Quienes las promueven no han tenido, ni tienen, el menor reparo en valerse de la tolerancia democrática, para encubrir de “derecho común” y hasta de “ derecho humano” o “cultural”, el esbirro interés por terminar haciéndose ellos mismos de los medios de comunicación que combaten, para utilizarlos en la defensa de sus propios intereses.

También es sano y legítimo cuestionar la labor que desarrollan los periodistas y medios. Valorar la calidad de su trabajo, y el profesionalismo con el que informan los temas de interés para la población. Aquél es un debate que existe el plano social, y debe ser abordado de manera seria por los profesionales en la materia y las Universidades, pero jamás por la autoridad política. Las actuaciones públicas siempre deben someterse al control ciudadano a través de medios de comunicación independientes, y no a la inversa. Las excepciones a aquella regla deben ser pocas, expresas y atender a los más altos intereses nacionales, los pasos en sentido contrario nos alejarán siempre de la democracia por la ruta de quienes buscan el obediente o lacayo silencio autoritario.

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