Sábado, 07 Junio 2014 02:03

Los árboles de Costa Rica son mágicos

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En esta época del año, Dios vive en Costa Rica. Aquí está el cielo, poblado de árboles mágicos. Florecenn los árboles, y parece que el mismísimo Creador del universo viene a hacer las flores con sus dedos.

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Parecen bodoquitos hechos a mano. El árbol Cortez Amarillo tiene floraciones espectaculares. El sol descansa en el cielo y se convierte en miles de pequeñas y breves flores, como piedras preciosas esponjadas. Cada flor es la suma de una yema de huevo y una nube. Igual le pasa al Poró, con sus flores amarillas, que parecen tulipanes que buscaron un destino en la altura. Y el Guachipelín fue pintado por un artista. Parece la casa de un montón de pollitos recién nacidos. Amarilla también es la capota con que se cubre del viento el Gallinazo. Parece una pintura en puntillismo, dada la forma delicada de sus flores. Igual con el Candelillo. Pasemos del amarillo al blanco. El Palo de Arco parece un árbol de palabras, un poema con tronco. Cada flor es de una letra vestida de blanco. El Madroño parece bañado por escarcha y una leche que cae del sitio del Altísimo. El Cocobolo tiene ramos de flores blancas, como enjambres de la lluvia. También El Laurel es como un rey que se viste de blanco para salir de fiesta por la vida. Y el Siete Cueros tiene  orejas amarillas. El Roble Sabana parece una diosa esbelta, altísima y delgada, vestida de rosado, blanco y lila, pero con el corazón de la flor en amarillo. El Madero se viste de rosado y lila, y baila con el viento en la pampa guanacasteca. El Gallito le debe su nombre a que su flor se viste de cresta de gallo. Cuando florece, sus gallos bailan. Y así de vivo, como un nazareno, es el Cortez Negro. Hasta que deslumbra. El Saíno parece la casa de cientos de pequeñas culebras amarillas, que buscan las nubes. El Panamá anda en una fiesta de disfraces. Sus flores se visten de orquídeas. El Balso viste sus flores de zorros amarillos y peludos, de esculturas vivas. El Sandal inventa en sus flores un color nuevo, la suma del rosado, el lila y el naranja.  De cerca, las flores parecen animales salidos del mar. El Quebracho tiene una flor que parece custodiada por espinas blancas. El Guanacaste  es el árbol con mil orejas. Flor Blanca le debe su nombre a su flor, como salida de una pintura. El Nancite se roba el naranja de los atardeceres. El Guayacán Real le hace honor a su nombre: las flores parecen coronas. La flor de El Chaperno parece una criatura intergaláctica, que se hizo saprissista. El Espavel tiene de flores, unas esculturas minimalistas. La Ceiba tiene ramos amarillos y el Cenízaro, miniaturas en lila. El Sangrillo es naranja y el Hormigo se confunde con el amarillo seco de los potreros en el verano del Pacífico. El Indio Desnudo cambia de piel, como las culebras.  El Pochote tiene un hada en cada flor. Terminamos con quienes vienen de otras latitudes: El Llama del Bosque, una mota de sangre en medio del verde; el Cañafístula, amarillo; el Malinche, rojo, y el Jacaranda, moradísimo. Dios vive en todos los árboles mágicos de mi país.

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