Lunes, 17 Marzo 2008 18:00

AMOR AL PRÓJIMO

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El tema del amor al prójimo es tan importante que aparece nada menos que en el mismísimo primero de los diez mandamientos que Dios entregó a Moisés. “Amarás al Señor tu  Dios y a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Y quién es ese prójimo al que debemos amar?, ¿y cómo amar a ese prójimo?

Si nos atuviéramos al sentido original, entendiendo que el prójimo es el próximo, el mandato se circunscribiría a quienes nos rodean, casi al núcleo familiar. Esto haría más fácil el cumplimiento de dicho deber, pues amar a nuestros familiares es, en general, más fácil. Pero lo cierto es que no es así, nuestro prójimo es mucho más que eso, e incluso si nos atuviéramos a las enseñanzas cristinas, hasta nuestro enemigo es nuestro prójimo según nos lo enseñó el mismo Maestro con la parábola del buen samaritano. Y precisamente ese concepto de generosidad, de caridad, de auxilio al necesitado, que se manifiesta en esa parábola fue la herencia principal del cristianismo en lo que respecta a la relación con las demás personas, en especial con aquellas más necesitadas, un concepto que hasta nuestros días sigue teniendo vigencia.

Pero con el cambio de los tiempos, con la influencia de algunas corrientes políticas y económicas, el principio que subyace a la caridad se fue nutriendo de otros elementos como la solidaridad y la responsabilidad social, y entonces el concepto del prójimo se amplió en su cobertura. Amar al prójimo ya no es solo auxiliar al que está en desgracia, es ser responsable en todas mis relaciones humanas de manera que todos mis prójimos se vean beneficiados por mis acciones.

Y hoy todos somos prójimos pues los medios de comunicación nos han acercado y nos han hecho ver la interrelación existente entre todos los seres humanos. Ya está probado que cuando alguien corta un árbol en Sarapiquí afecta el clima en Japón y en Alaska, es decir, aunque no nos conozcamos, vivimos en un mismo y único mundo y que cualquier cosa que un ser humano haga afecta a todos los demás.

Entonces con más razón son mis prójimos los vecinos a quienes interrumpo su descanso cuando pongo mi equipo de sonido a todo volumen, y los transeúntes a quienes les bloqueo el paso estacionando mi carro en la acera. Y es mi prójimo el paciente al que debo atender, y el alumno y el usuario del bus y el señor al que le compro las verduras y los familiares del joven fallecido en un accidente a quienes como periodista irrespeto haciendo un show de su dolor.

Prójimo es todo aquel a quien, directa o indirectamente afecto con mis acciones. ¿Y cómo amarlo para cumplir el mandato divino? Haciendo el bien, actuando responsablemente en lo que me corresponde hacer como miembro de una familia, como vecino de una comunidad, como estudiante, como trabajador, sea empleado o patrono, como ciudadano de este país y del mundo, como habitante de este planeta. Hacer el bien, conducirnos como si la humanidad entera nos fuese a tomar de modelo.

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