Martes, 04 Diciembre 2007 18:00

UNA NAVIDAD TRANQUILA

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Estamos en lo que, para los católicos, es la época de adviento, un período que antecede a la celebración en recordación del nacimiento de Jesucristo.

Es un período que, no obstante su significado religioso y espiritual para todos los cristianos, se margina por algo que es más común llamar “Navidad”, como determinación sociocultural impuesta por la mercadotecnia que, junto a otras fechas igualmente importantes, simplemente se han “comercializado”.

Lo que hace más de 50 años, aquí, en Costa Rica, donde aún no se pagaba el aguinaldo, se celebraba realmente “Navidad”, es decir, el natalicio de un niño llamado Jesús y se hacía con sumo respeto por su significado, con el tradicional portal, las luces de muchos colores en el más frondoso árbol frente a la casa y en las ventanas; los sencillos regalos para los niños, los insustituibles tamales y el rezo del Niño, lo que, con el correr del tiempo, se ha trocado en la frivolidad de un consumismo que asfixia.

Es decepcionante que esta época de año, que podría celebrarse con la familia, con amigos y compañeros de trabajo, en paz, en tranquilidad, deba estar llena de mucho consumo, como en maratón, cuya única meta es gastar hasta el último céntimo; todo y sin medir en gastos y menos pensar en ahorrar por lo menos parte del aguinaldo que hoy recibimos.

La gente sale en marejadas de todo lado, llena los comercios y su propósito es gastar en juguetes que pocos días de la “nochebuena” están inservibles: ropa que nunca más vuelve a usar; basura a más no poder; aumento de peso por la “atragantada” de estos días; de “goma” a fin de año si no es que se anda de “tanda” aún en enero por la inusual ingestión etílica y psicotrópica. Y lo peor de todo, quizá con el resultado de muchísimas muertes que lamentar pues la violencia – paradoja de la época – se apodera de hogares, calles y cuantos lugares de supuesta “diversión”.

¿Serán esos los motivos de las celebraciones decembrinas? Seguro que no, pero es tanta la presión comercial que recibimos, que nos hace difícil, más no imposible, retomar su verdadero significado.

Por lo anterior, sería propio que meditáramos y que guardemos este tiempo para hacer un alto en el ajetreado camino de todo el año para disfrutar con nuestras familias, en un verdadero ambiente de tranquilidad que nos recuerda que recordamos un hecho histórico y religioso esperanzador, para continuar con ese propósito vital que se nos dio al transitar, temporalmente, por este mundo.

Y por cierto, ya que este año se tiene el buen propósito de sembrar 5 millones de árboles en Costa Rica, ¿Porqué, vez de cortar a los “pobres” cipreses, imitando una costumbre nórdica y por tanto ajena a nuestras costumbres, sembramos más árboles, sean cipreses o de cualquier otra especie? Sería, sin duda, un excelente gesto para terminar e iniciar del 2008.

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