Viernes, 13 Junio 2008 18:00

Una nueva masculinidad

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La masculinidad, en su sentido tradicional, se ha concebido como una construcción social mediante la cual a lo masculino se le asigna una posición de superioridad sobre lo femenino.

      Esta manera de entender el comportamiento humano ha representado un costo muy alto  pues abarca comportamientos como los que tienen los hombres al volante, los descuidos sobre su propia salud, la delegación total de estos asuntos en manos de las mujeres, o, en el peor de los casos, en situaciones de discriminación y violencia.

     Por eso es que los nuevos tiempos exigen una nueva masculinidad  en donde se comparta el ejercicio de ese poder con el fin de establecer la equidad en la práctica de los roles económicos, familiares, sociales y de relación de pareja.

     Se trata de consolidar  la superación de las barreras que impone el modelo patriarcal machista, para construir una masculinidad en la cual los hombres tengan opción de liberar las manifestaciones de su subjetividad.

     Es decir, que puedan expresar sus emociones, que puedan llorar sin ser señalados, que puedan abrazar y besar a sus hijos sin ser juzgados, que acepten que son vulnerables, que se atrevan a pedir ayuda y apoyo, que participen de un modo más cercano y completo en la crianza de los hijos, o que empleen métodos no violentos para resolver los conflictos.


     Seguir reforzando la idea de que el sector masculino debe ser, básicamente, el garante de la economía de la familia y la autoridad en los hogares, dentro de una sociedad en la cual los altos niveles de escolarización de la población femenina y la masiva incorporación de las mujeres al mundo laboral son evidentes, es ponerle freno a esta nueva evolución  humana tan imprescindible para el equilibrio social.
  

  El hecho de que  las mujeres sean, cada vez más proactivas y eficientes, no significa que quieran o puedan prescindir de la  energía, sensibilidad e inteligencia del sector masculino. En este siglo se necesita compartir los gastos y las tareas, tanto como se requiere de apoyo o de un abrazo.

     Sin embargo, el influjo de la cultura patriarcal que es alimentado a diario en la casa, la escuela, el ámbito laboral y los medios de comunicación, constituye la principal barrera para la “liberación masculina”, de ahí que se requiera de un verdadero salto ideológico en la percepción de la virilidad para ascender a una nueva comprensión de las relaciones interpersonales.

          Ello exige, y por qué no aprovechando que estamos celebrando otro Día del Padre, que, de una forma más organizada, el ámbito familiar, los centros educativos, los medios de comunicación y  las instituciones que trabajan por la igualdad, eduquen, concienticen e impliquen al sector masculino a una mayor reflexión sobre lo que,  actualmente, constituyen los valores sobre los cuales se asienta el “ser hombre”.
 
     Definitivamente es hora de apostar por un modelo de masculinidad basado en la igualdad, la justicia, el respeto y la solidaridad, convencidos de que la igualdad real de la mujer no es posible sin una patente “liberación masculina”.

 

 

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