Jueves, 23 Mayo 2013 05:39

Palabras gastadas, palabras actuales, palabras letales…

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Hace muchos días no escribo nada. He de aceptar mi desánimo ante semejante desfile de desaciertos y ante esta maraña en que nos tiene sumidos la incapacidad, el cinismo y a veces, hasta la tontera.

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Otra vez, en este descanso autoimpuesto, me he refugiado en la lectura de mis favoritos y han salido a relucir las palabras gastadas de ayer. Gastadas eso sí por la lectura pero jamás olvidadas, porque si las llegáramos a olvidar, en vano se escribieron. Por eso me atrevo a transcribirlas de manera íntegra, pues pese a ser escritas hace ya 71 años, su vigencia hoy me asusta y me hace temer el rumbo de esta centenaria democracia, mancillada por trochas de ineptitud, concesiones de cinismo y de estultos periplos, en aviones capaces de extirpar el uso del sentido común.
“La política, en el sentido despectivo que el término se ha ganado, es una actividad ejercida como profesión por gentes que ambicionan posiciones, honores y retribuciones; sin ningún interés administrativo sano, sin ninguna preparación preliminar, sin ningún sentimiento de la responsabilidad que implica el mando.
La persona que contrae la enfermedad se dedica por entero a granjearse simpatías, tanto de los políticos influyentes, como de los votantes que han de ser su clientela electoral. En esa jira donjuanesca se prodigan las ofertas y las dádivas, de lo propio y de lo ajeno, más que nada de lo público. No hay escollos de rectitud que no se evadan, ni genuflexiones rastreras a que no se llegue, en la campaña seductora de simpatizadores y secuaces. Solo hay un meloso quedar bien con palmoteos y aprobaciones, y no comprometerse nunca con expresiones de opinión esclarecida y definida.
Es sorprendente, es increíble la irresponsabilidad con que el político ignora la necesidad de prepararse para el ejercicio concienzudo de cualquier puesto público y disipa en cambio su energía en habilidosa maquinación de ajedrecista...Y una vez en el timón, de modesta dependencia o de elevado cuerpo directivo, sigue por inercia la orgía profanadora.
Identificar, empero, al majestuoso desfile de las normas democráticas, con el irreverente carnaval politiquero, es confundir el árbol de la vida cívica con su infértil matapalo. Y desmayar considerando inamputable esa hipertrofia, es contrario a la experiencia animadora de pretéritas conquistas, y a la aspiración del espíritu del hombre en sociedad.
Toda descomposición tiene su límite, ya sea al trágico desenlace o la ansiada mejoría. Y como la sociedad entera no está dispuesta a hundirse minada por los topos; y como más bien las demandas de aptitud en los gobiernos van creciendo; los hombres de conciencia cívica y médula incorrupta, se han de juntar con los hombres de capacidad creadora en democrática brigada, que barra el templo de voraces mercaderes, y lave hasta los despojos de sus impuras transacciones.
Y prepárense a recibir con menosprecio las más absurdas imputaciones difamatorias,. Porque los políticos de hoy, heredaron de sus antepasados en las cortes europeas, junto con el desconocimiento de sus responsabilidades, la perfidia; y la táctica defensiva de los calamares, que se protegen exudando negra tinta en su contorno, incapaces de batirse en aguas limpias.”
No hay nada propio que adherir a estas palabras, escritas por José Figueres en 1941 y que desgraciadamente siguen hoy tan vigentes como ayer. ¿Será que otra vez estamos tocando fondo? Imploro a Dios que no permita jamás, que tengamos que volver a la misma medicina para limpiar la casa. Pido a Dios que estas palabras gastadas y actuales, no lleguen a ser jamás letales…

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