Miércoles, 04 Mayo 2011 10:28

1 DE MAYO: DIA DE LA VERGÜENZA NACIONAL.

Recientemente un amigo, a raíz de una actividad en la que tuve ocasión de participar, me decía que es esencial saber estar donde corresponde para hacer historia, máxime si es historia de la buena, de la que vale la pena recordar.
El pasado 1 de mayo, los representantes populares, los hombres y mujeres que  han sido elegidos por el pueblo para guiar sus pasos, han estado en el lugar correcto para hacer historia pero han hecho, lamentablemente, historia de la mala. Han escrito una página de nuestro andar patrio que sería mejor obviar y, por supuesto, sería genial descartar a sus actores.
Ante una Asamblea Legislativa incompetente de manera suma, ante partidos políticos que se atreven a poner el orden institucional al borde del precipicio y un poder ejecutivo perdido, mudo e inútil para demasiadas cosas, el panorama no puede ser peor y el último primero de mayo es, sin lugar a dudas,  la consecuencia lógica de una suma de ineptitud que rara vez se ha visto en nuestro caminar histórico.
Lo acontecido en nuestro país es tan serio que, todos y cada uno de sus actores deberían sentir una profunda vergüenza al ser contemplados por los próceres que les contemplan desde sus retratos mudos. La página que han escrito es demasiado triste en verdad.
Independientemente de lo que se dé y de la duración de las soluciones, se impone un alto. Es cierto que no se puede “pedir peras al olmo”, pero con todo y todo, nuestros incompetentes gobernantes deberían hacer lo que pueden para darse un momento de reflexión, evaluar sus acciones y, en lo posible, animarse a corregir la barbaridad que han provocado.
La llamada Alianza por Costa Rica usó un discurso peligroso y basado en el uso o no de tintas de colores. El partido de gobierno muestra una avería interna que puede llevarle a su muerte política inminente. Y el ejecutivo da pasos tan errados que, a veces, no se ve con claridad cuál es peor que el otro.
Cada quien debe “apechugar” con su responsabilidad. Aquí la palabra gravísimo se queda corta para calificar cuanto ha ocurrido el domingo.
Cualquiera que haya seguido un poco de cerca los hechos del primero de mayo debe sentir una urgencia interna por pronunciarse y solicitar que el daño que se ha provocado a la democracia centenaria de nuestro país se palie con creces.
Ese detenerse puede que remedie cosas. Recurrir a la teoría política, que talves algún representante popular maneje, puede dar luces. Mirar la historia, puede marcar sendas, aunque exija repasos de páginas más que olvidadas. Pensar en el bien común, podría restaurar la mancillada política costarricense y retornar al sentido común podría hacer más responsable a la oposición, menos dividido al partido de gobierno y puede que, ojalá así sea, un poco más inteligente al ejecutivo.
En fin, no estamos para florituras. O las cosas empiezan a ser distintas o este primero de mayo solo será el corolario de páginas peores de la historia de un país cada día más y más tomado por la mediocridad de una clase dirigente que ya, lamentablemente, ni dirigir sabe.
Recientemente un amigo, a raíz de una actividad en la que tuve ocasión de participar, me decía que es esencial saber estar donde corresponde para hacer historia, máxime si es historia de la buena, de la que vale la pena recordar.
El pasado 1 de mayo, los representantes populares, los hombres y mujeres que  han sido elegidos por el pueblo para guiar sus pasos, han estado en el lugar correcto para hacer historia pero han hecho, lamentablemente, historia de la mala. Han escrito una página de nuestro andar patrio que sería mejor obviar y, por supuesto, sería genial descartar a sus actores.
Ante una Asamblea Legislativa incompetente de manera suma, ante partidos políticos que se atreven a poner el orden institucional al borde del precipicio y un poder ejecutivo perdido, mudo e inútil para demasiadas cosas, el panorama no puede ser peor y el último primero de mayo es, sin lugar a dudas,  la consecuencia lógica de una suma de ineptitud que rara vez se ha visto en nuestro caminar histórico.
Lo acontecido en nuestro país es tan serio que, todos y cada uno de sus actores deberían sentir una profunda vergüenza al ser contemplados por los próceres que les contemplan desde sus retratos mudos. La página que han escrito es demasiado triste en verdad.
Independientemente de lo que se dé y de la duración de las soluciones, se impone un alto. Es cierto que no se puede “pedir peras al olmo”, pero con todo y todo, nuestros incompetentes gobernantes deberían hacer lo que pueden para darse un momento de reflexión, evaluar sus acciones y, en lo posible, animarse a corregir la barbaridad que han provocado.
La llamada Alianza por Costa Rica usó un discurso peligroso y basado en el uso o no de tintas de colores. El partido de gobierno muestra una avería interna que puede llevarle a su muerte política inminente. Y el ejecutivo da pasos tan errados que, a veces, no se ve con claridad cuál es peor que el otro.
Cada quien debe “apechugar” con su responsabilidad. Aquí la palabra gravísimo se queda corta para calificar cuanto ha ocurrido el domingo.
Cualquiera que haya seguido un poco de cerca los hechos del primero de mayo debe sentir una urgencia interna por pronunciarse y solicitar que el daño que se ha provocado a la democracia centenaria de nuestro país se palie con creces.
Ese detenerse puede que remedie cosas. Recurrir a la teoría política, que talves algún representante popular maneje, puede dar luces. Mirar la historia, puede marcar sendas, aunque exija repasos de páginas más que olvidadas. Pensar en el bien común, podría restaurar la mancillada política costarricense y retornar al sentido común podría hacer más responsable a la oposición, menos dividido al partido de gobierno y puede que, ojalá así sea, un poco más inteligente al ejecutivo.
En fin, no estamos para florituras. O las cosas empiezan a ser distintas o este primero de mayo solo será el corolario de páginas peores de la historia de un país cada día más y más tomado por la mediocridad de una clase dirigente que ya, lamentablemente, ni dirigir sabe.

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