Viernes, 20 Noviembre 2009 18:00

BULEVARES ¡BIENVENIDOS!

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No voy a entrar en los intríngulis de los procesos; tampoco voy a hacer hincapié en las incomodidades provocadas a miles de personas por largos meses, e incluso voy a dejar de lado las consecuencias, en algunos casos graves, que han debido pagar algunas empresas. Ninguno de esos y otros extremos de lo que podríamos llamar su lado oscuro, será abordado en este comentario, dedicado a los bulevares con que contamos hoy en algunas de nuestras ciudades.
Qué importantes son los lugares de reunión, los lugares de convivencia, los lugares donde las personas puedan compartir, a veces incluso anónimamente, entre sí y con todo lo que les rodea, con las cosas, con los edificios, con el ir y venir, con la vida.
En cualquier ciudad, en cualquier pueblo, en cualquier casa, hace falta ese lugar en donde desarrollar vida social, en donde crecer como individuos y sobre todo como grupo, socializando inquietudes, penas, alegrías; escuchando, haciendo valer nuestra voz, construyendo la historia desde la riqueza de esa cotidianidad que, si no la convertimos en legado común, se nos escapa de entre las manos sin dejar huella, es decir, sin nada de nuestro ser.
Hace unos días tuve la oportunidad de caminar por el nuevo bulevar de la avenida cuarta en San José. No era para mí el mejor momento para disfrutarlo porque andaba urgido tras unas diligencias, pero aun así pude robarle unos minutos a la prisa para contemplar de cerca el edificio de la Curia Metropolitana, la Catedral, algunas de las casas viejas que subsisten sobre esa avenida, el edificio del Colegio Superior de Señoritas. Pero además, a propósito de prisas, la sola agilidad que brinda ese bulevar al tránsito de los peatones, ya lo hace valioso, igual que lo ha hecho ya por muchos años el de la avenida Central “Rogelio Fernández Güell”.
Un bulevar que es realmente hermoso, es el que con toda justicia ha sido dedicado a don Ricardo Jiménez Oreamuno, entre los edificios de la Corte y el Parque Nacional. Caminar con tiempo por allí y sentarse en uno de los cafés a arreglar el  mundo, es un gusto que todo josefino que se precie de tal debiera darse. Y ahora está también el de las damas, o de los damas para decirlo con precisión, pues al parecer su nombre proviene de los árboles allí sembrados.

En Alajuela también contamos ya con un centro de ciudad más que presentable; bonito, agradable. Los bulevares construidos le han dado realce a los viejos edificios del Instituto, de la Municipalidad, del Correo, del cuartel. Cuando los responsables de la ciudad la adecenten hacia el oeste, sobre todo en la zona de la parada de buses, los alajuelenses podremos mostrarla orgullosos a los visitantes.
Igual sucede en Limón con un hermoso bulevar rodeado de edificios históricos, un centro de convergencia intercultural que da gusto y que dará más gusto cuando le pongan el debido cuidado al sector del mercado y le brinden atención al hermoso edifico del Correo, una verdadera joya, en abandono.
Debemos citar y exaltar otros esfuerzos similares en estas mismas ciudades y en otras, donde catedrales o parroquias han sido unidas mediante bulevares a los parques y estos han sido mejorados ostensiblemente.
Y el cierre se lo dedico al Puerto ¡Qué linda está Puntarenas! Cada día se hace más acreedora al nombre de Perla del Pacífico.

Este fue un comentario de Heriberto Valverde Castro.

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