Jueves, 28 Febrero 2008 18:00

LA FLAMENCOTERAPIA

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El año pasado recibimos un preciado regalo del Colegio de Gestores de Granada: la visita de la maestra y bailadora Ana Ruiz. Impartió cursos en varias instituciones dedicadas al baile flamenco y nos encantó con su señorío tan saleroso. Figura actualmente como noticia de último momento la presentación de su proyecto LA FLAMENCOTERAPIA en todos los buscadores de internet. Y es que esta mujer, estudiosa y graduada por la Universidad de Granada, no solamente baila con el alma sino que comparte sus conocimientos.

Bajo el nombre de Flamencoterapia ha querido demostrar que este arte se puede ajustar como un guante la persona. Su forma de enseñarlo bajo dicho estilo, comprende un flamenco para todas las edades, sin distingos de peso ni esbeltez de figura, sin exigir más que la buena voluntad de amar aquello que se hace. Es fruto de una investigación de amor, deseando sacar lo mejor de la persona, recordando al poeta Pedro Salinas: “Quiero sacar de ti tu mejor tú”. Todos los movimientos graciosos y a la vez profundamente veraces de la mujer andaluza, y en este caso mirada bajo el prisma del flamenco, como lo son el uso del mantón, el caminado, sentarse, usar el abanico, sentir la voz de la poesía y vibrar con ella, y finalmente soltar la imaginación y la emoción bailando al compás de los “palos” flamencos, todo esto está comprendido dentro del novedoso método. La exigencia estriba pues más que todo en hacer uso de los recursos a veces tan escondidos que tenemos, para ponerlo a prueba y sacarlos a relucir con ejercicio y donaire. Bien dice que el español habla y camina como un rey. Es esa elegancia, ese portar la propia presencia con dignidad y soberana esbeltez lo que persigue Ana María. Resultado de esa complacencia lo son obviamente, la mejora en los dolores musculares, la regulación del ritmo cardiaco, la recuperación de la sonrisa y la alegría del bienestar, tan escasos ya en  mujeres asediadas y de mediana edad, donde sienten que la vida se les viene encima y no merecen la pena esforzarse.

Recordemos que dentro de la cultura del bienestar se nos exige la perfección exterior, pero nadie habla de la perfección interior. Sacar de adentro hacia fuera, y no de afuera hacia adentro, es lo que necesitamos. Nadie puede dar lo que no tiene. Es por eso que al reforzarnos interiormente nos sentimos plenas, con recursos suficientes para creer que llegando y pasando los cincuenta años todavía, y casi en el mejor de nuestro tiempo, podemos ofrecer a quienes nos rodean tantos bienes y alegrías. Decía un autor que hay que “ser felices para hacer felices a los demás”. Si bien esta consigna suena atronadora, es cierto que arrastramos nuestros dolores o nuestras alegrías y no tenemos derecho a echar los males sobre espaldas ajenas. Ese fortalecimiento que nos puede dar esta nueva técnica, ese acercamiento a lo terreno sin abandonar el conocimiento de que por muy molido que estemos siempre hay un rincón del ser que clama por estar felíz, es una obligación de la mujer actual para contraponer el desorden del ser. Ser bellas, por dentro y por fuera, ser bellas para enamorar a los demás, ser mágicas y encantadoras para atraer lo bueno de la vida, esa es la recomendación del nuevo método de Flamencoterapia de nuestra querida Ana María Ruiz.

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