El pasado domingo fui, junto a mi familia, al igual que lo hicieron cientos de otras, a ver las “vacas de San José”.
Era tal la cantidad de gente que aquéllo me pareció el resurgir de una ciudad que, estando “embarrotada”, por largo tiempo, se había lanzado a las calles.
Familias enteras, con sus bocadillos, sentados, al medio día, por ahí y por allá, en el centro de la capital, disfrutando de un lindo domingo, en amplios “bulevares”, mientras se tomaban fotos junto a la decenas de vacas, que “se exhiben” desde la Iglesia de la Soledad hasta mucho más allá.
Lo que más llamaba la atención era el despertar de una ciudad, con mucha bulla, de la buena; la del tico alegre que pasaba un feliz día junto a los suyos y que estaba presto a saludar a quienes, de pronto, de topaba, lo que me hizo imaginar las viejas estampas de un San José que creí desparecido.
Toda la ciudad vibraba y el gentío, antes que desanimar, entusiasmaba hasta el más apático con el problema de la inseguridad; los policías, incluyendo los municipales, hacían su trabajo, muy vigilantes, mientras empuchadas señoras, de uniforme, alegremente barrían las avenidas que lucían, como con traje de dominguear: limpias y con cada vaca en su lugar.
No obstante, nunca falta un borracho… Mientras familias gozosas daban rienda suelta a su alegría en el “desfile” de las vacas, algunos, los de siempre, de caras conocidas de un antiguo partido político que creí extinto, cuyo distintivo era una “hormiga”, aprovechaban para pedir firmas por algo que nadie o muy pocos entendían por y para qué era y hubo quienes le firmaron con tal de que los dejaran seguir el recorrido de las vacas.
Y es que fueron a ver las vacas; no a las hormigas, o, como en este caso, los “hormigos” que, no obstante que, obviamente, ninguna autoridad, en esta bendita democracia, les impidió el vociferar, megáfono en mano, con las mismas cansinas peroratas, llamando a marchar en próximos días en contra de “todo” pero, especialmente… ¿adivinen de qué?: ¡Sí; eso: en contra del “TLC” y el “imperialismo yanqui”!
Con gritos, llamaban la atención para que se tomara “conciencia” de que “por medio de las vacas” (sic), se trataba de “embrutecer” a la gente; “que se dieran cuenta de que “las vacas” (el Cow Parade), no tenían otro propósito que desviarles la atención y “atontarlos” ante los problemas nacionales.
Hasta ahí casi llega el paseo dominical pero reaccioné, igual como lo hicieron los miles de transeúntes domingueros y seguí disfrutando, con mi familia, de esta bella ciudad, su gente y su folclor pues las vacas pronto se irán pero los “hormigos”… ¡ni el más potente plaguicida los desaparecerá!