Jueves, 28 Julio 2016 07:04

Caos vial: oídos sordos ante un grito desesperado

Hay muchas posibilidades de que usted escuche este comentario mientras sufre en una presa: el caos vial nos está robando la paz interior, familiar y social. Perdemos entre 3 y 4 horas diarias de la casa al trabajo, lo cual equivale a tener un segundo empleo improductivo de medio tiempo. Quienes además de trabajar deben estudiar, muchas veces se ven forzados a dejar las aulas, ya sea por el agotamiento, o por la imposibilidad de poder llegar a tiempo a sus deberes.

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La niñez y la juventud pasan horas trasladándose a los centros educativos, y lo tienen que hacer en condicion de estrés y cansancio mental que afecta su rendimiento. El cambio de horario para que ingresen a las 7am a clases, puede ser necesario, pero desorganiza la dinámica familiar y lo peor de las presas, a final de cuentas, es el tiempo nos roban con nuestras familias.
Basta movilizarse por cualquier lugar de la Gran Área Metropolitana para observar la impaciencia, ansiedad y agresividad que el desorden genera, y que termina provocando accidentes; malestar físico; agotamiento mental y problemas de salud. Sin dejar de lado los problemas económicas y ambientales que nos causa.
Pese a la trascendencia social del problema, nos agobia la sensación de que las autoridades ponen oídos sordos ante el grito desesperado por ayuda para recuperar nuestras vidas. Tal vez por ello, la ciudadanía se ve forzada a utilizar las redes sociales como un espacio para desahogar su frustración, la impotencia y el enojo que siente por este enmarañado problema. La respuesta, si es que hay una, ha sido hasta ahora patéticamente insuficiente.
Solo vemos un gesto por aquí y otro por allá. Aveces instalan semáforos que causa más problemas que beneficios, o anunciaron que van a controlar el uso de un carril exclusivo de buses, ya existente, pero que dejaron de vigilar aún cuando su deber era no dejar de hacerlo. Cosas cosméticas, pero nada que se asemeje a una acción decidida y un plan integral para entrarle al problema.
Los costarricenses merecemos una infraestructura digna, con una red vial que nos facilite trasladarnos con agilidad y que dinamice la economía y el empleo, en conjunto con puertos y aeropuertos modernos. Merecemos un ordenamiento vial que nos permita recobrar la tranquilidad de espíritu y ser realmente el país más feliz del mundo, un país en que las presas no nos roben la paz, la amabilidad y el calor humano. ¿Cuándo será que las autoridades dejen de poner oídos sordos a este grito desesperado? Ya es tiempo de soluciones.

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