Con frecuencia uno contempla cuanto ocurre en nuestro país e, irremediablemente, se llega a pensar que muchos actores decisivos del quehacer nacional actúan con intenciones tales que su proceder linda con la deslealtad o, al menos, con la falta mas dramática de sentido común y de amor a la patria.
Hace poco leí una frase del poeta suizo Gottfried Keller que decía: “Respeta la patria de cualquier hombre, ¡pero la tuya, ámala!”.
No estoy tan seguro cuánto hemos enseñado a las nuevas generaciones a amar a su patria.
Amar eso que es como “un estado del alma” en el decir de García Monge. Eso que es sobre donde nos asentamos y somos.
Rui Borzosa decía: “la patria no es ninguno, son todos (…) La patria no es un sistema, ni un monopolio, ni una forma de gobierno: es el cielo, la cuna de los hijos y el túmulo de los antepasados, la comunión de la ley, de la lengua y de la libertad”. Y mas adelante, este autor agregaba respecto de la patria: “los que (sirven a la patria) son los que no envidian, los que no conspiran, los que no se desaniman, los que no enmudecen, los que no se acobardan, sino los que resisten, pero enseñan, se esfuerzan, pacifican, discuten, practican la justicia, la admiración, el entusiasmo”.
Todo un ideal de vida personal y colectivo, sobre todo, en contextos como el nuestro en que tantos se creen dueños de la patria, envidian y conspiran, enmudecen siendo cómplices de cuantos no sirven a la patria, sino que la dañan de continuo.
Hoy los costarricenses que compartimos esa condición de ciudadanos que nos parecemos hacia adentro y nos distinguimos hacia fuera, casi no sabemos de servicio a la patria. Desanimados y mudos, somos bastante cobardes hasta para defender el territorio donde esa nación se asienta. Costarricenses somos que, marcados por la pereza, ni nos esforzamos, ni discutimos, ni optamos por el entusiasmo como clave para salir adelante de la etapa de nuestra historia mas marcada por la desidia y la indiferencia de los hijos de una suelo que parece andar por el tiempo sufrido y sin el celo de los que lo moran excepto cuando se trata de cuestiones de futbol o alguno que otro logro mas, casi siempre, individual y deportivo.
Amar la patria, fomentar ese estado del alma y optar por esa realidad que no es ninguno sino todos, no se improvisa.
Optar por la patria no es nacionalismo a ciegas. Es sentido patrio responsable y realista. Hemos perdido mucho el tiempo sin fomentar esta virtud ciudadana pero no es tarde. Si no deseamos mas el perfil ciudadano que hoy tenemos, hemos de apurar las medidas necesarias para que, de cara al mañana, nuestra nuevas generaciones se den cuenta de que lo nuestro es mejor y, de paso, es único y nuestro.
Con frecuencia uno contempla cuanto ocurre en nuestro país e, irremediablemente, se llega a pensar que muchos actores decisivos del quehacer nacional actúan con intenciones tales que su proceder linda con la deslealtad o, al menos, con la falta mas dramática de sentido común y de amor a la patria.
Hace poco leí una frase del poeta suizo Gottfried Keller que decía: “Respeta la patria de cualquier hombre, ¡pero la tuya, ámala!”.
No estoy tan seguro cuánto hemos enseñado a las nuevas generaciones a amar a su patria.
Amar eso que es como “un estado del alma” en el decir de García Monge. Eso que es sobre donde nos asentamos y somos.
Rui Borzosa decía: “la patria no es ninguno, son todos (…) La patria no es un sistema, ni un monopolio, ni una forma de gobierno: es el cielo, la cuna de los hijos y el túmulo de los antepasados, la comunión de la ley, de la lengua y de la libertad”. Y mas adelante, este autor agregaba respecto de la patria: “los que (sirven a la patria) son los que no envidian, los que no conspiran, los que no se desaniman, los que no enmudecen, los que no se acobardan, sino los que resisten, pero enseñan, se esfuerzan, pacifican, discuten, practican la justicia, la admiración, el entusiasmo”.
Todo un ideal de vida personal y colectivo, sobre todo, en contextos como el nuestro en que tantos se creen dueños de la patria, envidian y conspiran, enmudecen siendo cómplices de cuantos no sirven a la patria, sino que la dañan de continuo.
Hoy los costarricenses que compartimos esa condición de ciudadanos que nos parecemos hacia adentro y nos distinguimos hacia fuera, casi no sabemos de servicio a la patria. Desanimados y mudos, somos bastante cobardes hasta para defender el territorio donde esa nación se asienta. Costarricenses somos que, marcados por la pereza, ni nos esforzamos, ni discutimos, ni optamos por el entusiasmo como clave para salir adelante de la etapa de nuestra historia mas marcada por la desidia y la indiferencia de los hijos de una suelo que parece andar por el tiempo sufrido y sin el celo de los que lo moran excepto cuando se trata de cuestiones de futbol o alguno que otro logro mas, casi siempre, individual y deportivo.
Amar la patria, fomentar ese estado del alma y optar por esa realidad que no es ninguno sino todos, no se improvisa.
Optar por la patria no es nacionalismo a ciegas. Es sentido patrio responsable y realista. Hemos perdido mucho el tiempo sin fomentar esta virtud ciudadana pero no es tarde. Si no deseamos mas el perfil ciudadano que hoy tenemos, hemos de apurar las medidas necesarias para que, de cara al mañana, nuestra nuevas generaciones se den cuenta de que lo nuestro es mejor y, de paso, es único y nuestro.