Martes, 05 Octubre 2010 08:24

CIEN AÑOS SIN TRABAJAR

Cuando, hace unos meses, los costarricenses amanecimos con la buena nueva de que se había logrado renovar totalmente el sindicato de trabajadores de JAPDEVA, hubo una contenida alegría generalizada pues parecía imposible que “Macondo”, el pueblo próspero de la novela “Cien años de Soledad”, de Gabriel García Márquez,  se hacía realidad en la bella provincia de Limón.
La gente, aún incrédula de que por fin se ponía fin a un período de “tiranía sindical”, que se adueñó de tierras, bienes y conciencias de muchos, había acabado. Era como si, luego de una muy larga noche, en Limón y en toda Costa Rica, salía el sol de nuevo.
Y fue más el entusiasmo de los costarricenses cuando se enteraron de que los nuevos dirigentes sindicales habían dispuesto dejar atrás los años de privilegios y que con la nueva y razonable convención colectiva se trabajaría los 365 días del año.
Ya los aciagos días en que una camarilla dejaría de explotar una institución pública se acababan y, ¡vaya contrasentido!, se “permitiría” trabajar a los más de mil trabajadores portuarios.
Pero la dicha duró poco: por órdenes de cuatro de los siete magistrados de la Sala Constitucional y para asombro de muchos, se ordenó “... reinstalar a la Junta Directiva anterior” (sentencia N° 2010-14193), o sea volvían los odiosos privilegios de unos pocos y el carnaval se reanudaría con las comparsas de los mismos que no dejaban de festejar la decisión de un órgano que, cuando no ha resuelto a su favor ha sido “oligarca” pero que ahora era “la democracia re-encarnada”, por haberles hecho “justicia gremial”.
Ciertamente, en un Estado de Derecho debe acatarse las sentencias de los Tribunales de Justicia. Ya vendrá el día que se corrija el entuerto; por lo pronto persisten los nublados que no permiten continuar por la senda  trazada.
La esperanza es la que nunca se debe perder pues, para dicha de los que creemos en la democracia, el derecho no es pétreo y deberá ajustarse, continuamente, a la realidad que se impone.
Por ahora y a pesar de las actitudes de quienes ya mostraron sus colmillos cuando decidieron no trabajar el pasado 15 de setiembre, con los millones de pérdidas en dólares que provocaron al país, hay que aguardar que la Sala dimensione su fallo, no sólo respecto de las nulidades puntuales que indica la parte dispositiva de la resolución, sino también para que no dejé a interpretaciones de nadie las reglas que deberán acatarse en las  próximas elecciones de la Junta Directiva sindical pues si las nulidades alcanzaron  “... la designación de la nueva Junta Directiva” (sic), materia puramente electoral, ese alto órgano debe señalar, con lujo de detalles, cuáles son las reglas “debidas”, en tal proceso.
Ojalá que el Macondo limonense no lo atrape “la peste del olvido” y debamos soportar vivir cien años sin trabajar.
Cuando, hace unos meses, los costarricenses amanecimos con la buena nueva de que se había logrado renovar totalmente el sindicato de trabajadores de JAPDEVA, hubo una contenida alegría generalizada pues parecía imposible que “Macondo”, el pueblo próspero de la novela “Cien años de Soledad”, de Gabriel García Márquez,  se hacía realidad en la bella provincia de Limón.
La gente, aún incrédula de que por fin se ponía fin a un período de “tiranía sindical”, que se adueñó de tierras, bienes y conciencias de muchos, había acabado. Era como si, luego de una muy larga noche, en Limón y en toda Costa Rica, salía el sol de nuevo.
Y fue más el entusiasmo de los costarricenses cuando se enteraron de que los nuevos dirigentes sindicales habían dispuesto dejar atrás los años de privilegios y que con la nueva y razonable convención colectiva se trabajaría los 365 días del año.
Ya los aciagos días en que una camarilla dejaría de explotar una institución pública se acababan y, ¡vaya contrasentido!, se “permitiría” trabajar a los más de mil trabajadores portuarios.
Pero la dicha duró poco: por órdenes de cuatro de los siete magistrados de la Sala Constitucional y para asombro de muchos, se ordenó “... reinstalar a la Junta Directiva anterior” (sentencia N° 2010-14193), o sea volvían los odiosos privilegios de unos pocos y el carnaval se reanudaría con las comparsas de los mismos que no dejaban de festejar la decisión de un órgano que, cuando no ha resuelto a su favor ha sido “oligarca” pero que ahora era “la democracia re-encarnada”, por haberles hecho “justicia gremial”.
Ciertamente, en un Estado de Derecho debe acatarse las sentencias de los Tribunales de Justicia. Ya vendrá el día que se corrija el entuerto; por lo pronto persisten los nublados que no permiten continuar por la senda  trazada.
La esperanza es la que nunca se debe perder pues, para dicha de los que creemos en la democracia, el derecho no es pétreo y deberá ajustarse, continuamente, a la realidad que se impone.
Por ahora y a pesar de las actitudes de quienes ya mostraron sus colmillos cuando decidieron no trabajar el pasado 15 de setiembre, con los millones de pérdidas en dólares que provocaron al país, hay que aguardar que la Sala dimensione su fallo, no sólo respecto de las nulidades puntuales que indica la parte dispositiva de la resolución, sino también para que no dejé a interpretaciones de nadie las reglas que deberán acatarse en las  próximas elecciones de la Junta Directiva sindical pues si las nulidades alcanzaron  “... la designación de la nueva Junta Directiva” (sic), materia puramente electoral, ese alto órgano debe señalar, con lujo de detalles, cuáles son las reglas “debidas”, en tal proceso.
Ojalá que el Macondo limonense no lo atrape “la peste del olvido” y debamos soportar vivir cien años sin trabajar.

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