Jueves, 05 Agosto 2010 06:01

Como educar en la familia sin sentir culpa

A veces los padres tienen sentimientos de culpa cuando sus hijos se enojan por una regañada o llamada de atención, o cuando se resienten por algún castigo, o simplemente por haber cometido un error.
En general, la culpa puede nacer del temor a hacer daño a los hijos por aplicar criterios firmes en su crianza.
Esos padres sienten miedo porque no saben hasta donde es bueno enojarse y hasta donde su enojo puede convertirse en un acto de violencia o ser visto como un maltrato familiar.
Existen dos tipos de culpa.
La culpa de carga es como un fantasma, porque la persona se obliga tanto a ser tan buen papá o buena mamá, que si no lo logra, termina odiándose al no ver que sus esfuerzos por querer criar hijos perfectos dan ese resultado.
Y el segundo caso es la culpa realista. Esta se da cuando los padres no ejercitan el control o carecen de las habilidades necesarias para educar; por ejemplo no ponen límites, chinean demasiado, evaden sus responsabilidades o simplemente tienen miedo de actuar frente a los hijos.
Esto se reconoce con toda sinceridad e impotencia, pero cuesta cambiarlo.
Sin embargo, esta sensación de culpa genera un malestar que altera el vínculo de los padres con sus hijos y el papel de sostén y de “representantes del orden” que los adultos necesitan ejercer para poder cumplir su función educadora.
Además, un joven que ve a sus padres como personas culposas y frágiles tiende a buscar límites y referencias fuera del ámbito familiar, asumiendo a menudo comportamientos de riesgo.
Estos consejos pueden servir a los padres para relacionarse adecuadamente con sus hijos:
Primero: deben imponer el orden familiar, mostrando autoridad para que no se discutan las reglas que los padres han decidido imponer, y por el otro lado tolerancia y flexibilidad para escuchar razones cuando sea necesario escucharlas, pero sin perder el control.
Segundo: Recordar que por su edad, los padres tienen la experiencia necesaria para orientar a sus hijos y eso no debe causar culpa, sino satisfacción por obedecer al instinto natural.
Tercero: Los adultos deben reconciliarse con su pasado, para no repetir los errores de sus propios padres y así criar una familia nueva y saludable.
Y finalmente comunicar y jugar con los niños y jóvenes para entender su lenguaje.
Colaboración de la psicóloga de familia, María Ester Flores Sandoval
A veces los padres tienen sentimientos de culpa cuando sus hijos se enojan por una regañada o llamada de atención, o cuando se resienten por algún castigo, o simplemente por haber cometido un error.
En general, la culpa puede nacer del temor a hacer daño a los hijos por aplicar criterios firmes en su crianza.
Esos padres sienten miedo porque no saben hasta donde es bueno enojarse y hasta donde su enojo puede convertirse en un acto de violencia o ser visto como un maltrato familiar.
Existen dos tipos de culpa.
La culpa de carga es como un fantasma, porque la persona se obliga tanto a ser tan buen papá o buena mamá, que si no lo logra, termina odiándose al no ver que sus esfuerzos por querer criar hijos perfectos dan ese resultado.
Y el segundo caso es la culpa realista. Esta se da cuando los padres no ejercitan el control o carecen de las habilidades necesarias para educar; por ejemplo no ponen límites, chinean demasiado, evaden sus responsabilidades o simplemente tienen miedo de actuar frente a los hijos.
Esto se reconoce con toda sinceridad e impotencia, pero cuesta cambiarlo.
Sin embargo, esta sensación de culpa genera un malestar que altera el vínculo de los padres con sus hijos y el papel de sostén y de “representantes del orden” que los adultos necesitan ejercer para poder cumplir su función educadora.
Además, un joven que ve a sus padres como personas culposas y frágiles tiende a buscar límites y referencias fuera del ámbito familiar, asumiendo a menudo comportamientos de riesgo.
Estos consejos pueden servir a los padres para relacionarse adecuadamente con sus hijos:
Primero: deben imponer el orden familiar, mostrando autoridad para que no se discutan las reglas que los padres han decidido imponer, y por el otro lado tolerancia y flexibilidad para escuchar razones cuando sea necesario escucharlas, pero sin perder el control.
Segundo: Recordar que por su edad, los padres tienen la experiencia necesaria para orientar a sus hijos y eso no debe causar culpa, sino satisfacción por obedecer al instinto natural.
Tercero: Los adultos deben reconciliarse con su pasado, para no repetir los errores de sus propios padres y así criar una familia nueva y saludable.
Y finalmente comunicar y jugar con los niños y jóvenes para entender su lenguaje.
Colaboración de la psicóloga de familia, María Ester Flores Sandoval

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