Jueves, 01 Julio 2010 05:32

Cómo perpetrar estragos en el idioma

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Desde hace mucho tiempo la mujer ha sido considerada como un ser de segunda categoría.
Pero el idioma no es el causante de tal situación, la cual tampoco se va a arreglar echando a perder el idioma.
Por el contrario, los cambios idiomáticos que se implementan solo para estar a la moda, demuestran el desconocimiento de las normas básicas del lenguaje.
Veamos unos ejemplos:
Quienes dicen los diputados y las diputadas, los niños y las niñas se olvidan que el sustantivo puede tener valor particular y valor genérico.
En el primer caso designa individuos de una especie: El león caminaba sigilosamente entre los árboles, o la leona tuvo tres crías.
En el segundo caso se refiere a todos los individuos de una especie: El león tiene pocos enemigos naturales. En este caso suena ridículo decir “el león y la leona tienen pocos enemigos naturales”.
Aunque la gramática es muy clara, algunas personas pretenden que a todos los nombres masculinos se les agregue la forma femenina.
Aparte de cometer un atropello, se rompe una regla básica que indica que el idioma tiende a la economía de palabras.
Por ejemplo: Los (las) estudiantes… Los y las costarricenses…
Además otra norma en nuestra lengua dice que el artículo debe acompañar siempre al sustantivo. Entonces, ¿qué hace un artículo aislado dentro de la frase?
Y peor cuando se usa un sufijo para representar el género femenino. Escuche:
Todos (-as) los (-as) empleados (-as)...
Suena espantoso, ¿verdad?
Otro atentado contra nuestra lengua y homenaje al mal gusto es la creación forzada de sustantivos femeninos.
A quienes no asistieron a las clases de gramática les explicaremos que los sustantivos que representan objetos inanimados (no personas ni animales) tienen un género gramatical totalmente arbitrario.
Por ejemplo, muro, césped y automóvil son sustantivos masculinos, y pared, silla y cama son femeninos, aunque no haya ninguna razón que señale la diferencia.
Entre los sustantivos utilizados para las personas, hay algunos que tienen un solo género, como criatura, persona y víctima, los cuales son femeninos pero designan a hombre o a mujer. Sonaría horrible decir “el criaturo” o “el víctimo”.
También hay sustantivos de género común, que se distinguen solo por el artículo que los acompaña:
El pianista-la pianista, un cantante-una cantante,
Ese piloto-esa piloto, aquel testigo-aquella testigo
Y también existen sustantivos diferentes para el masculino y para el femenino: como padre y madre, padrino y madrina, dama y caballero.
Pues bien, ahora hay gente que anda inventando sustantivos femeninos, para que hagan parejitas con los sustantivos masculinos ya existentes.
Son las y los que inventaron palabras como miembra, testiga, objeta.
Y mejor quedemos hasta aquí, porque si sigo hablando tan feo, me voy a descomponer.
Fuente: artículo de la señora Martha Virginia Müller Delgado
Desde hace mucho tiempo la mujer ha sido considerada como un ser de segunda categoría.
Pero el idioma no es el causante de tal situación, la cual tampoco se va a arreglar echando a perder el idioma.
Por el contrario, los cambios idiomáticos que se implementan solo para estar a la moda, demuestran el desconocimiento de las normas básicas del lenguaje.
Veamos unos ejemplos:
Quienes dicen los diputados y las diputadas, los niños y las niñas se olvidan que el sustantivo puede tener valor particular y valor genérico.
En el primer caso designa individuos de una especie: El león caminaba sigilosamente entre los árboles, o la leona tuvo tres crías.
En el segundo caso se refiere a todos los individuos de una especie: El león tiene pocos enemigos naturales. En este caso suena ridículo decir “el león y la leona tienen pocos enemigos naturales”.
Aunque la gramática es muy clara, algunas personas pretenden que a todos los nombres masculinos se les agregue la forma femenina.
Aparte de cometer un atropello, se rompe una regla básica que indica que el idioma tiende a la economía de palabras.
Por ejemplo: Los (las) estudiantes… Los y las costarricenses…
Además otra norma en nuestra lengua dice que el artículo debe acompañar siempre al sustantivo. Entonces, ¿qué hace un artículo aislado dentro de la frase?
Y peor cuando se usa un sufijo para representar el género femenino. Escuche:
Todos (-as) los (-as) empleados (-as)...
Suena espantoso, ¿verdad?
Otro atentado contra nuestra lengua y homenaje al mal gusto es la creación forzada de sustantivos femeninos.
A quienes no asistieron a las clases de gramática les explicaremos que los sustantivos que representan objetos inanimados (no personas ni animales) tienen un género gramatical totalmente arbitrario.
Por ejemplo, muro, césped y automóvil son sustantivos masculinos, y pared, silla y cama son femeninos, aunque no haya ninguna razón que señale la diferencia.
Entre los sustantivos utilizados para las personas, hay algunos que tienen un solo género, como criatura, persona y víctima, los cuales son femeninos pero designan a hombre o a mujer. Sonaría horrible decir “el criaturo” o “el víctimo”.
También hay sustantivos de género común, que se distinguen solo por el artículo que los acompaña:
El pianista-la pianista, un cantante-una cantante,
Ese piloto-esa piloto, aquel testigo-aquella testigo
Y también existen sustantivos diferentes para el masculino y para el femenino: como padre y madre, padrino y madrina, dama y caballero.
Pues bien, ahora hay gente que anda inventando sustantivos femeninos, para que hagan parejitas con los sustantivos masculinos ya existentes.
Son las y los que inventaron palabras como miembra, testiga, objeta.
Y mejor quedemos hasta aquí, porque si sigo hablando tan feo, me voy a descomponer.
Fuente: artículo de la señora Martha Virginia Müller Delgado
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