Sábado, 31 Julio 2010 08:30

Juana y La Negrita, 6ta Parte

Escrito por

NARRADOR: Después que a la niña Juana Pereira se le perdiera tres veces una curiosa muñeca que encontró en el bosque cuando recogía leña, la niña decidió llevársela al padre Alonso, quien guardó la muñeca.

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Mamá: Hija… Levántese. Otra vez ocupo que vaya por leña

Juana: (bostezando) Ya me levanto mamá, pero ¡qué sueño!

Mamá: A ver Juana, ya levántese. Vea que bien que nos ha ido estos días. Apúrese, ya está listo el desayuno.

Narrador: Después de desayunar, con más pereza que de costumbre, Juana empezó a caminar hacia el bosque. Esta vez iba más tranquila, recogiendo algunas frutas de camino, como sorpresa para su mamá.
Empezó a recoger la leña y se acordó que por el riachuelo había visto unas moras que podía llevar.

Juana: ¿Por dónde fue que las vi…? Tuvo que haber sido por acá... Esto no puede ser. ¿Cómo llegó otra vez la muñequita acá? ¡Yo vi cuando el padre Alonso la metió en la caja y la cerró con llave! Tengo que llevársela otra vez.

Narrador: Con toda la leña en sus brazos y las frutas en su vestido, Juana le llevó la muñeca de nuevo al padre.

Juana: ¡Padre! ¡Padre! Padre, ábrame rápido que es urgente. ¡Padre Alonso!

Padre: ¿Quién anda ahí? ¿Qué es ese escándalo?
¡Juana! ¿Qué hace acá otra vez?

Juana: Disculpe Padre, pero era urgente que hablara con usted.

Padre: Bueno hija, a ver... ¿qué pasa?

Juana: Hoy de nuevo fui a recoger leña... Y, ¡mire lo que me encontré!

Padre: Juana, esto no es posible. Esa tiene que ser otra. A ver hija, entre, entre.

Padre: Ahora sí, Juana. Explíqueme bien qué fue lo que sucedió.

Narrador: Una vez sentada, Juana le empezó a contar toda la historia al Padre Alonso, sin dejar algún detalle de lado.

Padre: Definitivamente, esto es muy extraño. Vamos a buscar la caja. A ver... yo la tenía en esta gaveta de acá.

Padre: Acá está la caja. A ver...

Padre: ¡Es increíble! ¡No está!
Hija, esto es definitivamente una señal de Dios.

Juana: Padre, ¿y ahora qué hacemos?
¿La vuelvo a dejar en la piedra?
Como que le gusta estar ahí... Siempre se va para allá.

Padre: No, no, no se puede dejar ahí.
Vea Juana, vaya llámese a su mamá, a su tía, a cuanta gente encuentre.

Juana: Padre, pero, ¿para qué tanta gente?

Padre: Vamos a hacerle una procesión. Esta es claramente la Virgen y debemos tratarla con el mayor respeto posible.
Vaya Juana, corra.

Padre: ¡Qué increíble! Es sorprendente que la imagen se le haya aparecido a esta niña.
Definitivamente las mejores cosas le pasan a aquellos que menos se las esperan.

Narrador: El padre Alonso mantuvo la imagen en sus manos, pues temía que si la guardaba de nuevo, esta iba a desaparecer una vez más.

Padre: Es sorprendente, esta imagen es en definitiva la Virgen.
Hasta tiene al Niño en brazos. Tanto detalle… No es posible… No me imagino tallando esto… Es una imagen muy pequeña.

Narrador: El Padre siguió observando detenidamente la imagen, hasta que, después de un rato, empezó a escuchar voces a fuera de la modesta casa cural.

Mamá: ¡Padre Alonso! Es Julia, la mamá de Juana.


Padre: ¡Qué dicha que pudieron venir!
A ver, ¿cuántos somos? Uno... dos... tres… cuatro, cinco... seis, siete, ocho... nueve, diez... once con Juana y doce contándome.
Esta bien, somos un grupo modesto, pero suficiente.

Hombre: Disculpe Padre, pero… ¿qué hacemos acá?
Doña Julia sólo nos dijo que teníamos que venir urgentemente. ¿Qué pasó?

Padre: Es una historia simplemente ¡sorprendente!
Todo comenzó hace unos días cuando esta niña encontró en el bosque esta imagen…

Narrador: El padre Alonso contó la historia de estas apariciones y desapariciones de la muñequita de Juana, hasta el momento en que la niña le llevó la imagen al padre.

Padre: ... por eso, ante este milagro, creo que lo mejor es hacer una procesión en honor a la Virgen, en señal de respeto, e invitándola a quedarse con nosotros.

Marta: Lo que usted diga Padre. Ella está acá para protegernos.
Lo mínimo lo que nosotros podemos hacer es acompañarla en procesión.


Narrador: Alegres y emocionados, los miembros de la comunidad siguieron al padre en una procesión, para pasear a la imagen de la virgen por toda la Puebla.
Después la llevaron hasta la iglesia del pueblo y la guardaron en el sagrario.

Sin embargo, como estaban por descubrir, estos no eran precisamente los deseos de la Virgen.

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