Estamos, dicen algunos, en el país más feliz del mundo. Parece ser que el índice aplicado mide cierto optimismo, expectativa de vida, solidaridad con el medio y alguna que otra actitud optimista ante la vida.
Eso es lo que se ha informado últimamente. Sin embargo, a la par de ese éxito en la tabla de la felicidad hay realidades en las que deberíamos detenernos un momento y reflexionar.
Un elemento inicial es más que evidente. Los felices ticos viven en un país que tiene un gobierno que no gobierna o, lo que es peor, se la ponen bien difícil para que no pueda hacerlo. Y ello los de dentro y los de fuera del partido de gobierno.
El déficit fiscal se va haciendo gigante y el gobierno no puede ya ni pagar intereses de deudas adquiridas ni salarios. Y mientras tanto, la propuesta de reforma fiscal y de algunas aspecto que harían más funcional la gestión de gobierno, se van posponiendo y encuentran de día en día más y más oposición.
Y para añadir otro lunar en la vida cotidiana de este feliz país, se ha desatado una prematura precampaña política que, innecesaria a todas luces, enrarece nuestra realidad e impide centrarse en la solución de problemas urgentes que van desde nuestra horriblemente deteriorada infraestructura hasta los problemas tan vivos aún derivados de la invasión que sufrimos en el norte y en la que, aparentemente, cada día menos gente piensa cada semana.
En este feliz país, por otra parte, aumenta de una manera sorprendente el número de los jóvenes que se ubican dentro de la llamada generación “Ning”, esto es, los “ni-ni”. En otras palabras y para darme a entender, los jóvenes que ni estudian ni trabajan. En resumen, no hacen nada pero tienen a su disposición mucha tecnología, juegos de video en abundancia, licor de sobra el fin de semana y un ritmo de vida nocturno que los obliga a dormir todo el día con la complicidad de sus familias.
Hace poco miraba un enlace muy popular en Facebook que gustaba a una enorme cantidad de navegadores en la red. Se llamaba literalmente así: “para los que tenemos.....TV.....PC......INTERNET....CELULAR....y aun estamos aburridos”. Un link que deja ver con claridad la realidad de una juventud que, muy probablemente, se sumará a las generaciones perdidas que vienen repitiéndose en las últimas décadas de manera sorprendente. Generaciones vinculadas al ese Ning de que se hablaba antes o bien, a esa otra que vive en las universidades nacionales, públicas o privadas, la dura realidad de ser analfabetos relativos.
Pero bueno, dicen algunos que somos el país más feliz del mundo. Las filas en la Caja siguen ahí, la natalidad decrece, la familia se deteriora, las calles están cada día peor, la corrupción no parece ceder mucho y la pobreza decrece en todo el continente menos entre nosotros. Son solo pequeños detalles y hay algunos que creen que eso no cuenta.
Nada anda muy bien que digamos, pero somos felices. Una buena definición de lo que significa ser tico. Una horrible definición, por cierto.
Estamos, dicen algunos, en el país más feliz del mundo. Parece ser que el índice aplicado mide cierto optimismo, expectativa de vida, solidaridad con el medio y alguna que otra actitud optimista ante la vida.
Eso es lo que se ha informado últimamente. Sin embargo, a la par de ese éxito en la tabla de la felicidad hay realidades en las que deberíamos detenernos un momento y reflexionar.
Un elemento inicial es más que evidente. Los felices ticos viven en un país que tiene un gobierno que no gobierna o, lo que es peor, se la ponen bien difícil para que no pueda hacerlo. Y ello los de dentro y los de fuera del partido de gobierno.
El déficit fiscal se va haciendo gigante y el gobierno no puede ya ni pagar intereses de deudas adquiridas ni salarios. Y mientras tanto, la propuesta de reforma fiscal y de algunas aspecto que harían más funcional la gestión de gobierno, se van posponiendo y encuentran de día en día más y más oposición.
Y para añadir otro lunar en la vida cotidiana de este feliz país, se ha desatado una prematura precampaña política que, innecesaria a todas luces, enrarece nuestra realidad e impide centrarse en la solución de problemas urgentes que van desde nuestra horriblemente deteriorada infraestructura hasta los problemas tan vivos aún derivados de la invasión que sufrimos en el norte y en la que, aparentemente, cada día menos gente piensa cada semana.
En este feliz país, por otra parte, aumenta de una manera sorprendente el número de los jóvenes que se ubican dentro de la llamada generación “Ning”, esto es, los “ni-ni”. En otras palabras y para darme a entender, los jóvenes que ni estudian ni trabajan. En resumen, no hacen nada pero tienen a su disposición mucha tecnología, juegos de video en abundancia, licor de sobra el fin de semana y un ritmo de vida nocturno que los obliga a dormir todo el día con la complicidad de sus familias.
Hace poco miraba un enlace muy popular en Facebook que gustaba a una enorme cantidad de navegadores en la red. Se llamaba literalmente así: “para los que tenemos.....TV.....PC......INTERNET....CELULAR....y aun estamos aburridos”. Un link que deja ver con claridad la realidad de una juventud que, muy probablemente, se sumará a las generaciones perdidas que vienen repitiéndose en las últimas décadas de manera sorprendente. Generaciones vinculadas al ese Ning de que se hablaba antes o bien, a esa otra que vive en las universidades nacionales, públicas o privadas, la dura realidad de ser analfabetos relativos.
Pero bueno, dicen algunos que somos el país más feliz del mundo. Las filas en la Caja siguen ahí, la natalidad decrece, la familia se deteriora, las calles están cada día peor, la corrupción no parece ceder mucho y la pobreza decrece en todo el continente menos entre nosotros. Son solo pequeños detalles y hay algunos que creen que eso no cuenta.
Nada anda muy bien que digamos, pero somos felices. Una buena definición de lo que significa ser tico. Una horrible definición, por cierto.