Miércoles, 01 Noviembre 2000 18:00

El síndrome del micro gerente.

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Un profesional se quejaba así: "Antes de ser gerente de la empresa, mi patrón ha ocupado todos los puestos del escalafón. Ahora insiste en estar presente hasta en los más pequeños detalles de lo que hago yo o hacen mis subordinados. Prácticamente no puedo hacer nada, sin que esté encima de mi hombro viendo como hago las cosas y criticando. Cada lunes llego al trabajo anticipando la lista de criticas que ha acumulado durante el fin de semana. Aunque reconoce que nuestros empleados son mucho mejores que antes, nunca deja de criticarlos, se mete con ellos y no me deja ejercer mi autoridad como responsable de mi departamento. Aunque como gerente general, tiene que supervisar cada uno de los departamentos de la empresa, se pasa el día metido en mi oficina revisando los detalles mas insignificantes de mi departamento, porque es el que más le gusta. Para peor, pone nerviosos a todos mis empleados, anula la creatividad y nadie se atreve a sugerir nada en su presencia pues el ya lo ha hecho o ha visto algo mejor en su tiempo. Amo a mi trabajo, me gusta la empresa, pero ¿qué puedo hacer para que me deje trabajar? Y esta fue la respuesta del consejero laboral. "Tu patrón puede haber sido muy buen trabajador y jefe de departamento, pero evidentemente como gerente general es un incompetente. Tiene dos debilidades principales: La primera es no entender que un buen gerente debe ser un facilitador, que permite que otra gente trabaje al máximo de sus capacidades. Facilitar significa entrenar, motivar, proveer recursos, pero no ser un dictador. Si realmente sus empleados necesitan que el supervise cada detalle de su trabajo, entonces el debería renunciar de inmediato; porque significaría que es tan incompetente que ni siquiera sabe contratar buenos empleados. Segundo: no sabe delegar. Delegar significa escoger a alguien capaz para que haga cada tarea, proveerle las condiciones para hacerla, supervisar en general el avance del trabajo... y sobre todo dejarlo trabajar tranquilo Creo que usted tiene tres opciones: Una: esperar que por milagro su patrón se convierta en un verdadero gerente general, competente y profesional. Dos: dejar de creerse un jefe de departamento y aceptar que usted es en realidad su lacayo, Tercera posibilidad: busque con todo corazón un mejor patrón.
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