Viernes, 17 Marzo 2017 13:16

Fidel Alejandro Castro-Ruz

Cuando Raúl Castro depositó las cenizas de su hermano Fidel, en una piedra, junto a José Martí, en el Cementerio Santa Ifigenia, quedaron atrás muchas cosas:
Atrás quedaron las 20 mansiones en las que vivía con el lujo y el esplendor de un jeque árabe.

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Atrás quedó su fortuna personal,la cual, según la revista Forbes, estaba calculada en 900 millones de dólares. Ello, lo cual lo convertía en un hombre más rico que la misma reina Isabel II de Inglaterra.
Atrás quedó su marina privada en Cayo Piedra, con cuatro yates a su disposición, un restaurante flotante, un delfinario y más de 100 personas a su servicio.
Atrás quedaron los 600 atentados en contra su vida, algunos organizados por él mismo, para probar su propio sistema de seguridad privada.
Atrás quedaron las miles de muertes documentadas por Archivo Cuba: 3.110 fusilamientos, 1170 ejecuciones sumarias, 18 presos muertos por huelga de hambre.
Atrás quedaron los 16.000 cubanos muertos en las guerras de Angola y Mozambique, sin contar los miles de balseros ahogados y comidos por los tiburones. Atrás quedó el 20% de la población cubana exiliada.
Atrás quedaron los miles de millones de los odiosos dólares, que le proporcionó el imperio ruso, así como los 57 mil millones de dólares que en la actualidad Cuba le debe a Venezuela, por concepto del envío diario de 187.000 barriles de petróleo, durante 17 años. Precio promedio $50 por barril.
Atrás quedó un gobierno compuesto fundamentalmente por hombres,de raza blanca (no existen mujeres, negros o mulatos en posiciones claves), y cuyos burócratas viven opíparamente en una zona llamada “vedado”.
Atrás quedaron los interminables discursos tratando de justificar la imposición de un sistema económico-político, de hace más 150 años y que fracasó estrepitosamente en todos los países en donde trataron de implantarlo, pero sobre todo, para mantener al difunto en el poder a toda costa.
Atrás quedó la monarquía socialista hereditaria más larga de América Latina. Al igual que a Hitler, que a Stalin, que a Pinochet, que a Mao, que a Chávez, también a Fidel se le olvidó que solo somos polvo de estrellas.“…Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en cenizas le convierte la muerte…” La vida es sueño. Pedro Calderón de la Barca.

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